Dicen que política es el arte de lo posible; sin embargo, sobre todo para algunos políticos si lo posible no es posible, hay que hacerlo inevitable, por cuanto que lo único que entienden del poder es tenerlo, en propiedad. Es lo que tiene la propiedad privada, que puede terminar confundiendo lo que se obtiene democráticamente en usufructo con lo que algunos creen que les pertenece por cuna. Y no paran en medios hasta volverlo a tener. Una cosa es gestionar el gobierno, como suelen hacer los partidos democráticos europeos –sean de derechas o de izquierdas- y otra bien distinta es tener el poder, el mando en terminología castrense.
Hablemos de la manifestación del sábado, 10 de marzo, convocada por el Partido Popular contra el Gobierno, a la que acudió mucha gente, menos de la que Tele-Madrid y su jefa la jornalera golf-ista dicen, pero más de lo que la sensatez y madurez política de un país aconsejaría.
¿Cuál era el motivo de la manifestación? ¿Era contra el terrorismo? Entonces ¿por qué solo se habló de víctimas de ETA, olvidando a las del 11M?, ¿era contra la aplicación de la ley penitenciaria al repugnante De Juana?, entonces ¿a qué tanto ruido cuando el caso Lasa-Zabala, a qué tanta pulcritud democrática en aquellos momentos por parte de gentes catalogadas como cachorros del franquismo que no impartió licenciaturas de libertad precisamente? El eslogan de la manifestación era “Por la Libertad, No más cesiones a ETA”, se refieren supongo a las únicas conocidas, a saber, las que ellos hicieron cuando el secuestro de Ortega Lara.
¿En qué quedamos ante tanto histrionismo y esquizofrenia? Pues creo que todo es mucho más sencillo. Aquí de lo que se trata es de recuperar el mando sea como sea. Como no se puede por procedimiento democrático, acudimos a lo que sea. Todo vale: mentiras, demagogia, tergiversaciones, maledicencias, crispación, tremendismo, pancartas, manifestaciones aquí y allá, etc. No hay más que escuchar los eslóganes de la manifestación del sábado “Zapatero dimisión”, “Si tienes cojones, convoca elecciones”, “Rajoy presidente” (suena parecido a presente, como José Antonio), entre otras perlas.
Y es que la derecha española le ha cogido gusto a las manifestaciones. A mí no me parece mal en lo que tienen de expresión democrática. Lo que pasa es que, al igual que les encanta apropiarse del poder, también le han cogido gustillo al verbo patrimonializar, de tal modo que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid –alcalde incluído- se han apropiado de símbolos que son de todos: España, la bandera, el himno, incluso el otro día también el lazo azul. Como nos descuidemos los demás nos quedamos sin comida que llevarnos a la boca. El problema es que se siguen viendo aguiluchos en sus manifestaciones (¡Por el imperio hacia Dios!, ya se sabe). Con todos los respetos para cualquier manifestación, si hay algo que la joven democracia española ha puesto sobre el tapete es que cuando la izquierda se ha manifestado ha sido por cuestiones relacionadas con el déficit democrático, mientras que cuando lo ha hecho la derecha es porque quiere recuperar con la algarada lo que no puede con los instrumentos democráticos. Y es que no terminan de enterarse que eso solo sucederá cuando los españoles quieran y lo demuestren por los procedimientos democráticos legalmente establecidos.
Hablemos de la manifestación del sábado, 10 de marzo, convocada por el Partido Popular contra el Gobierno, a la que acudió mucha gente, menos de la que Tele-Madrid y su jefa la jornalera golf-ista dicen, pero más de lo que la sensatez y madurez política de un país aconsejaría.
¿Cuál era el motivo de la manifestación? ¿Era contra el terrorismo? Entonces ¿por qué solo se habló de víctimas de ETA, olvidando a las del 11M?, ¿era contra la aplicación de la ley penitenciaria al repugnante De Juana?, entonces ¿a qué tanto ruido cuando el caso Lasa-Zabala, a qué tanta pulcritud democrática en aquellos momentos por parte de gentes catalogadas como cachorros del franquismo que no impartió licenciaturas de libertad precisamente? El eslogan de la manifestación era “Por la Libertad, No más cesiones a ETA”, se refieren supongo a las únicas conocidas, a saber, las que ellos hicieron cuando el secuestro de Ortega Lara.
¿En qué quedamos ante tanto histrionismo y esquizofrenia? Pues creo que todo es mucho más sencillo. Aquí de lo que se trata es de recuperar el mando sea como sea. Como no se puede por procedimiento democrático, acudimos a lo que sea. Todo vale: mentiras, demagogia, tergiversaciones, maledicencias, crispación, tremendismo, pancartas, manifestaciones aquí y allá, etc. No hay más que escuchar los eslóganes de la manifestación del sábado “Zapatero dimisión”, “Si tienes cojones, convoca elecciones”, “Rajoy presidente” (suena parecido a presente, como José Antonio), entre otras perlas.
Y es que la derecha española le ha cogido gusto a las manifestaciones. A mí no me parece mal en lo que tienen de expresión democrática. Lo que pasa es que, al igual que les encanta apropiarse del poder, también le han cogido gustillo al verbo patrimonializar, de tal modo que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid –alcalde incluído- se han apropiado de símbolos que son de todos: España, la bandera, el himno, incluso el otro día también el lazo azul. Como nos descuidemos los demás nos quedamos sin comida que llevarnos a la boca. El problema es que se siguen viendo aguiluchos en sus manifestaciones (¡Por el imperio hacia Dios!, ya se sabe). Con todos los respetos para cualquier manifestación, si hay algo que la joven democracia española ha puesto sobre el tapete es que cuando la izquierda se ha manifestado ha sido por cuestiones relacionadas con el déficit democrático, mientras que cuando lo ha hecho la derecha es porque quiere recuperar con la algarada lo que no puede con los instrumentos democráticos. Y es que no terminan de enterarse que eso solo sucederá cuando los españoles quieran y lo demuestren por los procedimientos democráticos legalmente establecidos.
Esos procedimientos que ponen en cuestión cuando no resultan favorecidos por ellos.
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