Ahora que la crisis mundial ha hecho fijar las miradas en los Paraísos Fiscales, donde se refugia, según los últimos datos disponibles, más del 50% de los depósitos de dinero mundial, me gustaría fijar la atención de uno de ellos, que, además figura en el ranking de la OCDE como no colaboracionista; me refiero a Andorra.
Juan Hernández Vigueras, doctor en derecho y coordinador de la Comisión de Paraísos Fiscales de Attac-España entre otras cosas afirma en su libro sobre los paraísos fiscales que “Andorra, entre otras cosas se ha especializado en la gestión de patrimonios de personas acaudaladas. Como refugio del dinero, Andorra es imbatible; disponiendo de sólidos bancos que carecen de control sobre los cambios o sobre los movimientos del capital en moneda internacional. Las cuentas bancarias son secretas. Se dice que las cuentas numeradas solo son conocidas por el dueño, el banquero y Dios. Y la evasión fiscal no se considera delito legalmente”.
Hay toda una leyenda en nuestro país acerca de los españoles que viven en Andorra. Enseguida se piensa en comerciantes florecientes, deportistas famosos, cantantes de éxito o actores muy conocidos que ingresan sus cuantiosas ganancias en bancos andorranos, con el objetivo de no pagar a la Hacienda Pública española, incluso algunos de ellos fijan su residencia aquí –ficticia en la mayoría de los casos. Esto se produce de motu propio o, en muchas ocasiones a partir de la invitación que determinados lobbys andorranos realizan para que trasladen el dinero a ese país.
Pero ese elenco de gentes conocidas no es sino una pequeñísima parte del conjunto de los más de 33.000 españoles que se ganan la vida viviendo y trabajando en ese país y que, evidentemente no tienen el privilegio de disponer de ningún tipo de fortuna. Me refiero a los españoles que trabajan en la construcción o en el comercio o, de forma temporera en las estaciones de esquí. Para éstos, la expresión paraíso fiscal no les dice nada. Viven tranquilos y relajados en la medida en que tienen trabajo, o trabajos, es decir, en tanto en cuanto forman parte activa del sistema productivo.
Sin embargo ¡ay! como pierdan el empleo, caigan enfermos o se jubilen. Entonces, comienzan los problemas. Situaciones de paro sin prestación por desempleo, que obligan a la mayoría de los que pierden el empleo a retornar a España y beneficiarse de las medidas proteccionistas que nuestro estado del bienestar pone a su disposición. Si tienen la desgracia de enfermar, se ven obligados a sanar cuanto antes, o sus dificultades económicas les hará insoportable continuar de baja. Y, por último, si llegan a la edad de jubilación, la pensión que les queda en la mayoría de los casos no les permite siquiera pagar el alquiler de su vivienda.
Y es que, no lo olvidemos, la condición de paraíso fiscal es incompatible, por su misma naturaleza con la de un Estado Social o del bienestar. Es algo así como la expresión real del modelo de Estado que anhelan los neocapitalistas de bajo vuelo. Pocos y bajos impuestos o casi ninguno, ínfimo Estado y capitalismo salvaje por doquier. Neoliberalismo sin reglas y sálvese el que pueda, por supuesto el potentado. Y a los demás… que los zurzan.
Parafraseando e interpretando al poeta
ESPAÑOLITO EMIGRANTE EN ANDORRA TE GUARDE DIOS,
QUE EL PARAISO FISCAL HA DE HELARTE EL CORAZÓN
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